El vientre femenino





Cuando una mujer hace el amor con “penes emocionales”, con penes compulsivos y egoístas, que no saben estar presentes amorosa y desinteresadamente dentro de su vagina, está acentuando la herida. El contacto con el pene
de un hombre que ha sanado o que está en el camino consciente de sanación, que ha abierto su corazón, que ha integrado en él mismo la energía femenina, la energía de la Diosa, comienza, sin embargo, a purificar el vientre femenino....

El cuerpo es un símbolo y el vientre, el útero femenino, es el símbolo de la conexión con lo no manifestado, la Diosa. El vientre femenino ha sido agredido durante miles de años, por el mundo masculino y la energía metálica separada del corazón y la Madre Tierra que ha dominado nuestra civilización.

Y aún hoy sigue siendo agredido terriblemente en nuestra “avanzada” civilización. Se le agrede cuando el hombre sigue utilizándolo para descargar toda su frenética compulsividad mental, cuando tantos y tantos hombres se masturban dentro del vientre de una mujer y a eso le llaman hacer el amor. Le agrede la propia mujer cuando permite que cualquier hombre entre dentro de ella, y cuando ella misma copia los patrones sexuales masculinizantes, dirigiéndose a una sexualidad superficial (clitoridiana) y convirtiéndose en ese tipo de mujer, tan común hoy en día, que utiliza activamente la sexualidad desligada del sentimiento. Se le agrede por supuesto en los hospitales, en el llamado “parto tecnológico” dominante hoy en día, donde tantas y tantas mujeres paren de forma antinatural y son sometidas a la atrocidad de la episiotomía y otras aberraciones médicas, en aras de la “efectividad técnica”. Se la agrede cuando se ha inventado la píldora, que destruye el ciclo femenino, o todos los otros sistemas anticonceptivos intrusivos en el cuerpo de la mujer, curiosamente siempre sistemas para la mujer, ¿por qué no para el hombre? Se agrede el vientre femenino, cuando se ha hecho creer a la mujer que su regla es un trastorno, una molestia “que tiene que sufrir” y que la impide actuar en un plano de “igualdad” con el hombre. Cuando se la ha hecho separarse del momento sagrado que es la menstruación y a base de “tampax” apartarse e incluso repudiar su propia sangre. Podríamos continuar con un sin fin de agresiones más de una civilización masculina que, desde su “omnipotente” hemisferio izquierdo, ha cometido y sigue cometiendo para controlar y aplastar a la Diosa, a la cual ha temido y no ha entendido. No es de extrañar que nuestra civilización esté destruyendo la Tierra, siendo la Tierra la expresión por excelencia de la energía de la Diosa.

Es necesario que el vientre femenino sea sanado de todo el dolor, de todo el miedo y de todo el rencor, del karma colectivo, de miles de años de aplastamiento de lo femenino, de desprecio y de agresión a la Diosa.

Existen diferentes formas, y lo que podríamos llamar técnicas de sanación, que desembocan todas en tomar consciencia de la verdadera identidad, despejando todas las creencias erróneas sobre uno mismo incrustadas en nuestra mente-cuerpo. El mismo acto sexual, en la forma tántrica, es una potente forma de sanación.

La sexualidad tántrica puede ser una ayuda poderosa en el camino de sanación del vientre femenino, pues revierte el proceso de la enfermedad del desamor que inunda las células del vientre femenino. Cuando una mujer hace el amor con “penes emocionales”, con penes compulsivos y egoístas, que no saben estar presentes amorosa y desinteresadamente dentro de su vientre, está acentuando la herida. El contacto con el pene de un hombre que ha sanado o que está en el camino consciente de sanación, que ha abierto su corazón, que ha integrado en él mismo la energía femenina, la energía de la Diosa, comienza, sin embargo, a purificar el vientre femenino. Comienza a darle “nueva información”, esta vez desde la consideración, desde el amor. Por eso es muy importante para cualquier mujer en el camino de sanación consciente, ser cuidadosa en sus relaciones. No se trata de represión, de negar ahora el derecho de libertad sexual, tan arduamente conseguido; sino de una toma de consciencia de “lo que estamos haciendo”. Pasado el tiempo, tan necesario, después de siglos de locura de represión, de la liberación sexual de los hippies, estamos ahora en otro lugar, donde debemos empezar a tomar responsabilidad sobre las verdaderas consecuencias de lo que hacemos.
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Pautas para trabajar el miedo.El miedo es mi aliado



INDAGACIÓN PERSONAL
Si usted siente un miedo disfuncional, que lo angustia y pa-
raliza, le sugiero lo siguiente:
a)Identifique con claridad y precisión qué lo asusta (la so-
ledad, la exclusi
ón, el rechazo, el abandono, la burla, etc.).
b)Observe cómo es el aspecto suyo que siente ese miedo,
es decir, cómo es su aspecto temeroso. Si puede dibujar, sobre
un papel o mentalmente, la figura humana que mejor lo refle-
je, eso lo ayudará a percibir mejor las características de su as-
pecto miedoso.
c) Imagine que ese aspecto está delante de usted y observe
qué reacción emocional tiene al verlo y qué opina de él. Y dí-
gaselo como si iniciara un diálogo. Al hacerlo estará encarnan-
do el papel del evaluador interno del aspecto miedoso.
d)Una vez que se ha expresado desde ese papel, imagine
que puede ponerse, por un instante, en la piel del aspecto te-
meroso y vea c
ómo se siente al escuchar lo que el evaluador
interno le ha dicho.

e)  Fíjese, además, qué es lo que necesitaría recibir, en pala-
bras y en acciones, de parte de su evaluador, para sentirse ge-
nuinamente ayudado a crecer y fortalecerse.
f)   Continúe este diálogo interior todo el tiempo que necesi-
te hasta que ambos personajes recuperen el vínculo de coope-
raci
ón eficaz que les corresponde por ser miembros del mismo
equipo.
g)  Recuerde que usted está constituido por los dos. Trate de
familiarizarse con ellos a fin de reconocerlos en su vida diaria,
cada vez con más facilidad y rapidez, en qué momento está
actuando desde su aspecto temeroso, cuándo lo hace desde el
evaluador interno, y cómo es, momento a momento, la rela-
ción entre ambos.
Cuanto más solidaria y cooperativa se hace esa relación,
m
ás se disuelve el miedo disfuncional.
Aunque en una situación evalúen que la amenaza los des-
borda y decidan retirarse, esa retracción deja de ser conflictiva.
Si uno no comprende el miedo y es impaciente, suele creer
que la retracci
ón siempre significa fracaso. Sin embargo, cuan-
do la retirada surge de un acuerdo interior, no la experimenta-
mos como fracaso sino como parte del derecho que nos asiste
a elegir las condiciones m
ás propicias para nuestro desempe-
ño. El I Ching dice al respecto: «No es fácil entender las leyes
de una retirada constructiva. [...] Saber emprender correcta-
mente la retirada no es signo de debilidad sino de fortaleza.
»
En la medida en que uno se ejercita cotidianamente en
el arte de llevar a cabo estas tareas psicológicas interiores, el
miedo recupera su perdida dignidad original y vuelve a ser la
valiosísima señal de alarma que es.


Extraido de La sabiduria de las emociones . Norberto Levy

¿Existe la cobardía?






La idea de la cobardía nace de un supuesto equivocado:que todos disponemos de los mismos recursos para enfrentar los peligros, y que algunos, a pesar de contar con ellos, no los enfrentan. A ésos se los llama cobardes.
Esta denominación, además de ofensiva, es falsa. Como también lo es su opuesta: la idea de valentía. En este caso no es ofensiva sino elogiosa, pero igualmente equivocada.
Todos los seres humanos disponemos de diferentes instrumentos para enfrentarnos a amenazas y estamos sometidos a la misma ley psicológica: si la amenaza supera a los recursos, surgirá el miedo.
Tarzán —arquetipo clásico del hombre valeroso— puede
hacer frente a un león sin vacilar, sencillamente porque dispone de los instrumentos para hacerlo. El mismo Tarzán, ante dos o diez leones enfurecidos, inevitablemente sentirá
miedo.
Puedo disponer de recursos de un valor mil, y si estoy rodeado continuamente por peligros de valor cinco mil, viviré continuamente con miedo. Por el contrario, puedo contar con recursos de un valor diez, y si estoy expuesto regularmente
a peligros de un valor cinco, prácticamente no conoceré el miedo.
¿Dónde quedan la cobardía o la valentía ante lo anterior?: se disuelven como conceptos pues cesan en su validez.
Lo que uno comienza a ver en cambio es, simplemente, personas que disponen, o no, de recursos para enfrentarse a la amenaza que se les presenta. También comprende que si quien se retiró desarrolla los recursos necesarios, inevitablemente se enfrentará a la amenaza de la cual se alejó.
Y su opuesto: si quien se enfrentó a ella no hubiera tenido los recursos de que dispuso, habría sentido miedo y se habría retirado.
Es importante alcanzar esta comprensión porque quien es tachado de cobarde, sobre todo si se trata de un niño, queda injustamente estigmatizado, la valoración de sí mismo se ve seriamente dañada y se perturba en gran medida
su forma de relacionarse consigo mismo y con los demás.


Norberto Levy La sabiduría de las emociones