Los psicólogos cambian el diván por el «Skype»



El famoso diván de Freud ha dejado de estar de moda. Los psiquiatras y psicólogos recurren cada vez más a la videoconferencia para tratar con los pacientes. Este método está diseñado para personas que desean una mayor flexibilidad de horarios y que prefieren la comodidad de su propia casa. También aquí, los tiempos están cambiando.

El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, extendió el uso del diván como la mejor forma para que el analista escuchara a sus pacientes, sentándose detrás de ellos, sin la necesidad de que hubiera un contacto visual. Un mueble de origen otomano que fue icono del Romanticismo, y que pronto será otro símbolo más en extinción con el avance de las nuevas tecnologías. 

De Estados Unidos llega una nueva metodología para atender la consulta de psicólogos y psiquiatras: internet. Se conoce como «telepsiquiatría», un nuevo modelo para analizar a los pacientes a través de videoconferencia, aunque ya había sido implantado en la atención a algunos hospitales, prisiones, centros de la tercera edad y clínicas rurales. 

Hoy en día, aplicaciones como «Skype» o «Messenger» han permitido que las terapias sean accesibles a un mayor número de pacientes. Por el rechazo a acudir a la consulta o por el ahorro de desplazamientos y la intimidad de hablar con el especialista desde casa, la terapia virtual gana adeptos día a día.

Proliferan ya sitios web como «Breakthrough.com», que ha contratado a 900 psiquiatras y psicólogos en sólo dos años. Una realidad creciente a pesar del escepticismo que todavía provoca, como muestra la comedia «Web Therapy», la obra de Lisa Kudrow en la que una excéntrica y manipuladora terapeuta lleva a cabo cortas sesiones con sus pacientes a través de la Red.

Sesiones más económicas
Melissa Weinblatt es una profesora de 30 años que trabaja en un instituto de Oregón y que solía recibir tratamiento de la manera convencional: cara a cara con su terapeuta. Ahora, sus sesiones han cambiado 180 grados: «Puedo tener una hora de terapia en "Skype" con mi café de la mañana o antes de pasar la noche en la ciudad con las amigas. O puedo tomarme un descanso durante las compras para tener una sesión. ¡Me llevé a mi médico conmigo a través de tres Estados este verano!», confiesa la paciente.

«En tres años, esto va a despegar como un cohete», declaró en el diario «The New York Times» el abogado y psicólogo Eric A. Harris, que asesora a la Asociación Americana de Psicología. «Habrá un grupo de verdaderos creyentes que piensen que estar en una habitación con un cliente es especial y no acepten la interacción a distancia. Pero mucha gente, especialmente entre los médicos más jóvenes, sienten que ya no hay motivos para pensar así», dijo Harris.

Algunos terapeutas cobran menos por las sesiones, ya que pueden hacerlo desde su casa, lo que supone un ahorro para el paciente, pero también para el facultativo en el mantenimiento de un espacio para su consulta. 

También existen detractores del uso de la cámara web: «De esta manera los pacientes pueden pensar que no los estás mirando a los ojos», dijo Lynn Bufka, especialista de la «Asociación Americana de Psicología».



Extraído de la Razón online 

La Tortuga:¿le amo o sólo amo lo que me aporta ?



Un niño sintió que se le rompía el corazón cuando encontró,
junto al estanque, a su querida tortuga patas arriba, inmovil
y sin vida.

Su padre hizo cuanto pudo por consolarlo: “No llores, hijo. 
Vamos a organizar un precioso funeral por el señor Tortuga. 
Le haremos un pequeño ataúd forrado en seda y encargaremos
una lápida para su tumba con su nombre grabado. 
Luego le pondremos flores todos los días y rodearemos la 
tumba con una cerca”.

El niño se secó las lágrimas y se entusiasmó con el proyecto. 

Cuando todo estuvo dispuesto, se formó el cortejo –el padre, 
la madre, la criada y, delante de todos, el niño– y empezaron 
a avanzar solemnemente hacia el estanque para llevarse el
cuerpo, pero éste había desaparecido.

De pronto, vieron cómo el señor Tortuga emergía del fondo 
del estanque y nadaba tranquila y gozosamente. 

El niño, profundamente decepcionado, se quedó mirando 
fijamente al animal y, al cabo de unos instantes, dijo: 
“Vamos a matarlo”.

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En realidad, no eres tú lo que me importa,

sino la sensación que me produce amarte...

A de M

Cuento Taoista : Humildad vs Prepotencia


 
Por qué, venerable maestro, a quien presume de alguna virtud o habilidad nunca deja usted de decirle afablemente pero con firmeza, que se acuerde del tigre? Es que acaso tiene rayas el engreimiento como la piel de ese felino?-Quizás no tenga rayas para ti- respondió con voz queda y gesto acogedor el anciano varón-, pero para el desventurado Tong-Wei no solo tuvo rayas sino también colmillos...No sabes lo que sucedió?-Confieso mi ignorancia, sapientísimo guía; pero si mi naturaleza basta y mis groseras inclinaciones no se lo impiden, tal vez acceda usted -de ningún modo lo merezco- a contarme esa historia.-Lo Hare, claro que lo Hare-dijo el interpelado-; siéntate sobre esta esterilla y pronto Havre satisfecho tu curiosidad. Escucha, es una fabula que rueda de boca en boca. A mis abuelos la contaban sus abuelos, quienes a su vez las oyeron de labios de los suyos. Si a lo que narra damos fe, habitaba en las selváticas y calurosas comarcas que bañan las aguas rojizas del Río de las Tortugas un hombre llamado Tong-Wei, cuya destreza en las artes de la arquería hiciéronle famoso. Donde el ojo ponía enviaba la flecha. Nadie lo vio jamás fallar un solo tiro. Llego a ser tan indiscutible su maestría con el arco y tantos sus triunfos en los innumerables torneos en los que participara, que Tong Wei se volvió jactancioso. No era acaso el mejor? No aceptaban toda su evidente superioridad? Fue axial como cierto atardecer, mientras cazaba, le deparo el azar un encuentro imprevisto; al cruzar unos matorrales espinosos, se halla el súbito, en el claro del bosque, frente a un tigre gigantesco y amenazador. Mas rápido que la centella coloca la saeta, apunta, estira a cuerda, ya va a disparar... Fue entonces cuando el animal feroz atino a decir:-No dudo, Tong-Wei, de que cuando sueltes tu flecha dejare de existir; y honrado me sentiré de haber caído victima de tan extraordinario cazador. Sin embargo, si la postrera suplica de tu condenado logra conmover la nobleza de tu espíritu, yo te pediría que, antes de hacer diana en mi cuerpo, me demuestres tú sin par talento clavando el dardo en el nudo de aquel viejo roble. Sorprendido, pero también halagado por las encomiásticas palabras de la fiera, se voltea Tong-Wei hacia el tronco, y en su mismo centro encaja la saeta.-Maravilloso disparo!-exclama el carnívoro- Y podrías darle a la despreocupada lagartija que se solaza al sol sobre esa roca? alcanza a tanto tu virtud? Sin pensarlo dos veces lanza el arquero la flecha sobre el diminuto blanco y parte en dos la lagartija...-Formidable! Increíble!- grita entusiasmado el temible felino-; y a la avecilla que trina en la copa de esa alta palmera, acaso puede tu afilado proyectil hacerla callar? así, Tong-Wei, cuya fatuidad el tigre lamia y relamía con la obsecuente solicitud de un perro fue, una tras otra, dilapidando en inocentes objetos sus mortíferas armas... Y el rayado depredador no cesaba de elogiarlo:-Eres portentoso, eres único, eres genial. Ningún cazador pudo acometer la mitad de tus hazañas. Cuando el arquero, con su fatal soberbia no le caviar en el pecho, lanzo contra una mísera arana su ultimo dardo, el tigre, que no esperaba otra cosa, salto sobre el ahora indefenso cazador y en un abrir y cerrar de ojos hizo del sorprendido maestro de arquería deleitoso festín.-Pero, es verdadera esa historia, maestro?- pregunto incrédulo el joven catecúmeno.-Esto nunca podremos saber, hijo mismas de algo puedes estar seguro: donde el presumido se deja olfatear no tarda en aparecer un peligroso tigre... aunque no tenga rayas.