Construir o plantar


Un texto anónimo de la tradición dice que cada persona, en su existencia, puede tener dos actitudes: construir o plantar.

Los constructores pueden demorar años en sus tareas, pero un día terminan aquello que estaban haciendo. Entonces se paran, y quedan limitados por sus propias paredes. La vida pierde el sentido cuando la construcción acaba.

Pero existen los que plantan. Estos a veces sufren con las tempestades, las estaciones y raramente descansan. Pero al contrario que un edificio, el jardín jamás para de crecer. Y, al mismo tiempo que exige la atención del jardinero, también permite que, para él, la vida sea una gran aventura.

¿Por qué es tan difícil relacionarse?



Porque todavía no eres. Hay un vacío interno y el miedo de que, si te relacionas con alguien, tarde o temprano descubrirán que estás vacío. Por eso parece más seguro mantener una cierta distancia de la gente; al menos puedes fingir que eres.

No eres. Aún no has nacido, eres sólo una oportunidad. Toda­vía no eres una plenitud, y sólo dos personas plenas pueden rela­cionarse. Relacionarse es una de las cosas más grandes de la vida: relacionarse significa amar, relacionarse significa compartir. Pero antes de poder compartir, debes tener. Y antes de poder amar debes estar lleno de amor, desbordante de amor.

Dos semillas no pueden relacionarse, están cerradas. Dos flores sí pueden relacionarse; están abiertas, pueden ofrecerse su fragan­cia mutuamente, pueden bailar al mismo sol y al mismo viento, pueden tener un diálogo, pueden susurrar. Pero eso no es posible para dos semillas.

 Las semillas están completamente cerradas, sin ventanas, ¿cómo se van a relacionar?
Y esa es la situación. Cuando nace, el hombre es una semilla; puede llegar a ser una flor, puede que no. Todo depende de ti, de lo que hagas contigo mismo; todo depende de si creces o no. Es tu elección, y hay que afrontar la elección a cada momento; cada mo­mento estás en la encrucijada.
Millones de personas deciden no crecer. Permanecen como se­millas; permanecen como potencial, nunca se hacen realidad. No saben lo que es realizar el propio potencial, no saben lo que es la autorrealización, no saben nada sobre ser. Viven completamente vacíos, mueren completamente vacíos. ¿Cómo van a relacionarse?
 
Será exponerte a ti mismo, tu desnudez, tu fealdad, tu vacío. Parece más seguro mantener una distancia. Incluso los amantes mantienen una distancia; sólo llegan hasta un punto, y permane­cen alerta para ver cuándo retroceder. Tienen límites; nunca cru­zan los límites, permanecen confinados en sus límites. Sí, hay una especie de relación, pero no es la de relacionarse, sino la de la po­sesión.
 
El marido posee a la mujer, la mujer posee al marido, los pa­dres poseen a los hijos, y así sucesivamente. Pero poseer no es re­lacionarse. De hecho, poseer es destruir todas las posibilidades de relacionarse.
 
Si te relacionas, respetas; no puedes poseer. Si te relacionas, hay una gran reverencia. Si te relacionas, te acercas muchísimo, estáis muy, muy cerca, en profunda intimidad, en imbricación. Sin embargo, no interferís en la libertad del otro, que sigue siendo un individuo independiente. La relación es de tipo «yo»«tú», no «yo»«eso» superponiéndose, interpenetrándose y, a la vez, en cier­to sentido independientes.
 
Khalil Gibran dice: «Sed como dos pilares que sustentan el mismo techo, pero no empecéis a poseer al otro, dejad al otro in­dependiente. Sustentad el mismo techo, ese techo es el amor.»

Dos amantes sustentan algo invisible y algo inmensamente va­lioso: cierta poesía de ser, cierta música que se oye en las partes más recónditas de su existencia. Ambos lo sustentan, sustentan cierta armonía, pero permanecen independientes. Pueden mos­trarse al otro porque no hay miedo. Saben que son. Conocen su propia belleza interna, conocen su propia fragancia interna; no hay miedo.

Pero normalmente existe el miedo, porque no tienes ninguna fragancia; si te muestras, simplemente apestarás. Apestarás a celos, odio, ira, lujuria. No tendrás la fragancia del amor, la oración, la compasión.

Osho

Kōans : Desafios a la mente racional

 Se trata de un término japonés utilizado en el budismo zen para designar una especie de problema en el que el maestro formula a sus discipulos para que lo resuelvan. En este sentido, el koan es una fórmula didáctica anclada en una pregunta en apariencia absurda. Estos desafíos planeados por el maestro podrían ser considerados, tras una mirada superficial, carentes de sentido.


 


Un kōan (公案; Japonés: kōan, del Chino: gōng'àn) es, en la tradición zen, un problema que el maestro plantea al novicio para comprobar sus progresos. Muchas veces el 'kōan parece un problema absurdo, ilógico o banal. Para resolverlo el novicio debe desligarse del pensamiento racional y aumentar su nivel de conciencia para intuir lo que en realidad le está preguntando el maestro, que trasciende al sentido literal de las palabras.

Quizá el kōan más famoso es aquel en el que el maestro hace un palmoteo y dice: "Este el sonido de dos manos, ¿cuál es el sonido de una sola mano?" (según tradición oral atribuida a Hakuin Ekaku, 1686-1769, considerado el recuperador de la tradición de los kōan en Japón). Este kōan también es famoso en la cultura occidental por habérsele dado un buen número de respuestas espurias o incorrectas tales como: chasquear los dedos, el silencio de mover una mano en el aire, darle una bofetada al profesor, poner la mano debajo de la axila para hacer ruidos obscenos, etc.


Los kōan se originan con los dichos y hechos de iluminados y figuras legendarias, generalmente aquellos que tienen autoridad para enseñar por descender de la línea de Bodhidharma. Los kōan reflejan la iluminación o despertar de tales personas, y tienen el propósito de desconcertar el pensamiento discursivo lógico-racional y provocar un shock mental que lleve a un aumento de conciencia (despertar). Los maestros zen, a menudo recitan y comentan kōan, y algunas veces se concentran en ellos durante sus sesiones de meditación. Los profesores pueden utilizar los kōan como una manera de sondear a los estudiantes acerca de sus progresos iniciáticos y comprobar si ya han tenido experiencias de entendimiento de la doctrina y de despertar (Satori). Las respuestas pueden ser orales pero también pueden ser gestos o acciones.

En la cultura occidental, un tanto ajena a las sutilezas de la filosofía oriental, a veces se encuentra el término kōan referido a preguntas que no tienen respuesta o a enunciados sin sentido. Sin embargo para un monje zen, un kōan no es algo que no tenga sentido, y los profesores zen aguardan una respuesta adecuada cuando formulan un kōan. Hay que aclarar que un kōan no es un acertijo, y aunque en la literatura hay respuestas ortodoxas, dependiendo de las circunstancias en que el kōan es formulado puede variar la respuesta apropiada. El maestro no está buscando que el discípulo sepa la respuesta correcta, sino evidencias acerca de sus progresos en la filosofía zen y la aplicación en su vida diaria.



El sentido del koan

El koan tiene como objetivo romper las pautas normales de pensamiento e introducirse en una súbita conciencia de iluminación. La idea que inspira este método es que el hábito de la lógica y la conceptualización impide tomar contacto con la realidad última.

Cuando el discípulo explica sus ideas lógicas como respuesta a un koan, probablemente no esté pensando en la dirección adecuada a la enseñanza que se le pretende impartir. El zen no es una disciplina intelectual basada en la dialéctica sino algo que opera más alla de la lógica buscando una verdad que es certera por intuitiva y por ello, liberadora.

Así pues, para el budismo zen, mientras que la razón es muy útil para la vida diaria, no puede resolver el problema último con el que cada uno de nosotros se enfrenta cuando busca hallar el sentido de la vida.


Cómo no se resuelve un kōan

En la cultura occidental, el alumno aprende del profesor siguiendo el hilo de su discurso lógico, paso a paso. El maestro zen, por el contrario, exige un salto a su alumno, debe obtener un conocimiento inmediato por sí mismo. Por lo tanto los kōan nunca se resuelven siguiendo la lógica del enunciado o tras un análisis racional del problema. De hecho mientras el alumno tenga su pensamiento entretenido y prisionero del discurso racional, no podrá encontrar la solución.


Ejemplos


¿Tiene un perro naturaleza de Buda?



Un monje preguntó a Zhàozhōu, "¿Tiene un perro naturaleza de Buda o no? Zhaozhou respondió, "".


Matar el Buddha



Si te encuentras con Buddha, mátalo.

Linji

Si estás pensando en Buddha, esto es pensamiento e ilusión, no iluminación. Uno debe destruir preconcepciones de Buddha. El maestro zen Shunryu Suzuki escribió en su libro Mente Zen, Mente de Principiante durante una introducción al Zazen, "Mata a Budda si Budda existe en alguna otra parte. Mátalo porque deberías asumir tu propia naturaleza de Buddha"


Un nuevo nombre



Eido Tai Shimano visitó al Maestro Shunryû Suzuki

- ¿Cómo te encuentras últimamente?, preguntó Shimano.

- Me han dado un nuevo nombre, respondió Suzuki.

- ¿Cuál?.

- Cáncer.


Algunos Koans


*¿Qué sonido hace una sola mano al aplaudir?* *Si todas las cosas deben volver al Uno, ¿adónde debe volver ese Uno?* *Sólo cuando se lo busca se lo pierde. No se lo puede retener, ni puede uno librarse de él.* *Si usted comprende, las cosas son tales como son. Si usted no comprende, las cosas son tales como son.* *Bashô dijo a los monjes reunidos: 'si tienen un bastón, les daré uno. Si no tienen un bastón, se los quitaré' .*




Otras formulaciones parecidas a los kōan

Todas las místicas religiosas poseen formulaciones parecidas basadas en la paradoja, el oxímoron o la antítesis. En el Cristianismo la inspiró la teología negativa del Pseudo Dionisio Areopagita, que dio sus más destacados frutos en San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. En el caso del primero, su Subida al monte Carmelo es de hecho una densa retahíla de sentencias místicas:



Para venir a gustarlo todo,

no quieras tener gusto en nada.

Para venir a saberlo todo,

no quieras saber algo en nada.

Para venir a poseerlo todo,

no quieras poseer algo en nada.

Para venir a serlo todo,

no quieras ser algo en nada.

Para venir a lo que no gustas,

has de ir por donde no gustas.

Para venir a lo que no sabes,

has de ir por donde no sabes.

Para venir a poseer lo que no posees,

has de ir por donde no posees.

Para venir a lo que no eres,

has de ir por donde no eres.

Cuando reparas en algo

dejas de arrojarte al todo.

Para venir del todo al todo,

has de dejarte del todo en todo.

Y cuando lo vengas del todo a tener,

has de tenerlo sin nada querer.

San Agustín formuló una famosa sentencia mística, que (según él) le fue revelado en un sueño por el mismo Cristo: "No me buscarías si no me hubieses encontrado".

La oración por la paz, a veces atribuida a San Francisco de Asís, dice en su último verso: Porque dando es como se recibe, olvidando es como se encuentra, perdonando es como se es perdonado y muriendo se resucita a la vida que no conoce fin.



Bibliografía


Michael Wenger y José M. Prieto (2007). Penetrante compasión: cincuenta koan contemporáneos. Miraguano, Madrid. pp. 244. ISBN 978-847-813-31-1-6.
Graciela Paula Caldeiro
wikipedia