TÚ ERES YO Y YO SOY TÚ AMADO ESPEJO MIO

Somos uno

Energía…, pura y simple energía, concentrada en un solo punto de algún metafísico vacío e incomprensible lugar donde sin conocida dimensión, todo en un principio era enigmático e inconcebible para nuestra endeble capacidad humana de comprensión y razonamiento. Y eso era cuanto había y no había, todo y nada, hasta que esa energía, sintió la necesidad de experimentarse a sí misma en un instante donde el tiempo era una simple quimera, estallando en una mega explosión de proporciones inimaginables para hacerse visible y manifestarse en lo físico e intangible, dividida en infinito número de formas creando éter y universo, nebulosas y galaxias, estrellas, planetas y satélites en un milagro de dimensiones cuánticas, flotando, levitando…, latiendo en vida. Así es como todo lo que es, hay y existe, proviene de un solo ente, acaso esencia, chispa o partícula, única fuente creadora a partir de la cuál todo nace, se desarrolla y muere, con principio y final en un interminable ciclo eterno, para adquirir la experiencia necesaria que permita evolucionar cada ser, esencia y alma incluyendo a la tierra, nuestro planeta, organismo vivo donde tras imposibles combinaciones de improbables posibilidades, surgió la vida y con ella su evolución gracias a la sangre de la tierra proveniente de no se sabe donde llamada agua, hasta que en algún punto de la escala evolutiva de las especies, apareció el hombre; esa raza extraordinaria en su adentro e imperfecta por fuera dotada de pensamiento y libre albedrío. Así es como el todo y todos queda unido, atado y ligado, formando parte intrínseca e indivisible de la unidad, donde todo en esencia es lo mismo, como digo, para experimentarse en infinito número de formas. Si nos situamos en este ahora de nuestra civilización, cuando habitamos este mundo con más de siete mil millones de personas creciendo a un ritmo imparable, cabe pensar por pura lógica que si retrocediéramos en el tiempo para llegar a la más remota antigüedad, la población disminuiría hasta llegar a un inicio muy lejano, un principio en la tierra donde solo había dos seres, dos padres, de apariencia homínida sin que importe su especie, diferenciados por género a partir de los cuales nuestra especie fue multiplicándose y evolucionando hasta llegar al número de personas que hoy pueblan la tierra. Dicho de otra forma, si descendemos de aquellos dos primeros seres, todos en esencia somos hermanos y en conclusión, procedemos de la misma unidad creada a partir de la unión de dos seres, es decir: del amor. En consecuencia somos uno, creados con la misma materia a partir de la misma esencia creadora del universo, como espejo de su propia creación, una vez más: pura energía. Partiendo de este principio, todos hemos sido creados en idénticas condiciones a partir de la fecundación de un óvulo por un simple espermatozoide. El hombre, como el todo lo que le rodea, es de un lado materia orgánica, forma física (ciencia) sobre la madre tierra, y de otro forma etérea, experiencia espiritual, ambas formando parte inherente de cada individuo y especie y por tanto, de la unidad de la que todo procede en su origen (misterio). Todos nacemos por igual, con la vida manando de dentro hacia afuera desde el primer momento en el que nos alojamos en el seno materno, llegando a este mundo en idénticas condiciones bajo humilde sencillez, sin nada, libres de miedo, moralidad y pudor, respirando el mismo oxigeno que ahora tú como yo y todo ser vivo, respiramos. Y en la totalidad del conjunto vivo, de manera directa o indirecta nos alimentamos de los mismos nutrientes que la tierra nos ofrece, regada con la sangre de la vida compuesta por la sencillez de tres simples moléculas para formar el agua, sin la cuál, nada de los que puedes observar, escuchar o sentir sería posible. Creces y te desarrollas con el paso del tiempo hasta llegar a esta parte de tu vida en la que ahora te encuentras, con tu carácter y personalidad, lugar donde residen tus valores educacionales, éticos y morales, con tu criterio e ideales, forjados por inculcación parental e influencia externa para crear tu propia filosofía de vida, la que te permitirá experimentar para marcar tu madurez, como todos, igual que todos…, de un modo u otro, como fieles reflejos del mismo espejo. Caminamos por el mundo, amamos y tememos, sintiendo y llorando, padeciendo y riendo, en un lado u otro fruto de mil emociones distintas basadas en los dos únicos sentimientos posibles a partir de los cuales nace todo lo demás; amor o temor bajo libre e individual elección, soñando dormidos aunque más despiertos, viviendo bajo las mismas inquietudes que el resto de nuestros semejantes, aunque no bajo los mismos matices superficiales y banales. Formamos comunidad porque nos necesitamos mutuamente, por tanto tenemos un destino común aunque a algunos les cueste admitirlo. Y tras cruzar la puerta de la muerte, nuestro organismo y con él su cuerpo, volverá a formar parte de la madre tierra pues a ella pertenecemos y no al revés como algunos piensan en la falsa creencia de ser dueños de los recursos planetarios. Y dado que nos iremos de la misma forma y manera que como llegamos, entonces nada es tuyo ni mío ni nuestro, pues todo es un regalo en forma de préstamo que la naturaleza en su generosidad nos ofrece para devolverlo al abandonar la vida, cosa que el hombre no sabe, ni quiere ni puede comprender en su absurda y estúpida egolatría que lo aísla de su esencia natural, progresando en consecuencia a la deriva. Así es como el hombre, olvidándose de la humildad con la que llegó y su procedencia universal, vive sin comprender lo que es bondad, humildad y sencillez, amor al fin y al cabo, basando su vida en el temor a ser y tener menos que los demás para convertir su ego en su propio veneno y así exterminar todo cuanto lo que rodea, pues pensamos que la vida es la realidad que vemos, oímos, degustamos, tocamos u olemos, sin entender que el milagro de la vida, es en realidad algo mucho más profundo que nuestros sentidos no pueden entender debido a la ilusión del “yo soy” externo, en forma de sueño real que disfraza la verdad, solo perceptible desde la simplicidad del amor en mil ejemplos y señales que la naturaleza nos muestra, y no en la compleja artificialidad impuesta por el hombre para dividirse a sí mismo en su lucha de poder, en un camino adulterado por el miedo inducido y condicionado por una sociedad prisionera de su propia manipulación. De esta forma te impiden pensar en libertad. Todo, incluyendo al ser humano, es la misma energía de partida dividida. Si fuéramos realmente conscientes de ello, ¿que sentido tendría buscar nuestra propia destrucción y exterminio de todo cuanto nos rodea? Si vives y existes como yo, tú no eres diferente ni distinto a mi, pues somos uno, hermanos compuestos de la misma esencia mística y materia orgánica. De esta forma no se entiende ni comprende, ¿que te hace diferente de mi? Si fuera de la unidad pierdes todo lo que eres, ¿quien eres tú?

Juan Galo

http://juangalo.org


El sonreír interior: Una práctica de alquimia taoísta


El sonreír interior es una práctica de alquimia taoísta. Se trata de evocar una verdadera sonrisa que uno puede ir dirigiendo a diferentes partes del cuerpo (órganos, músculos, glándulas, sistema nervioso, etc.). Esta sonrisa produce energía de alto nivel, es una energía afectuosa con un gran poder sanador. La finalidad del sonreír interno es movilizar y aumentar el qi (energía) para obtener salud, longevidad y alegría. También ayuda a combatir el estrés, de un modo más profundo y duradero que otras técnicas. Mantak Chia, Maestro taoísta, además plantea que, sonreír a los propios órganos hace que éstos se expandan, que se hagan más suaves y húmedos y, por tanto, más eficaces. Asimismo, el sonreír interior puede aumentar nuestra capacidad de atención y concentración, mejora nuestro potencial de aprendizaje al generar un mayor y mejor ánimo para aprender, incrementa la facultad de comunicación, multiplica nuestras capacidades e incrementa nuestra energía. Sirve además para tomar mayor consciencia del propio cuerpo, para expulsar las emociones negativas y disminuir el dolor y la enfermedad.
Si bien, la práctica del sonreír interior puede hacerse en cualquier momento o lugar, existen ciertas condiciones que pueden ser tomadas previamente para hacer de éste un ejercicio meditativo. Se puede elegir un lugar tranquilo y ojalá suficientemente ordenado, para que la energía pueda circular e idealmente se debe practicar con ropa cómoda que permita que mantengamos una temperatura adecuada.
La posición ideal para esta práctica es la misma que para la meditación, es decir, sentado/a en posición de loto o medio loto, o sobre el coxis sentado/a al borde de una silla, pero sin apoyar los genitales, porque son un centro de energía importante que no se debe bloquear. En caso de estar en una silla, las piernas deben estar separadas, ojalá una delante de la otra para tener la sensación de que estamos firmes y podemos ponernos de pie en el momento que sea necesario. Los pies tienen que estar bien apoyados en el suelo. Tanto si se está sentado/a en una silla o en un cojín, es importante mantener la espalda derecha, pero no rígida, manteniendo su curvatura normal. Los hombros levemente hacia atrás y relajados. Las manos pueden estar apoyadas sobre las piernas con las palmas hacia arriba o enlazadas a la altura del vientre. En cuanto a la respiración, ésta debe ser observada, desde un principio, hasta que pueda volverse suave, larga y tranquila, para entrar en un estado de mayor tranquilidad.Luego, se comienza a evocar la sonrisa interior. Primero es fundamental relajar la frente, luego se puede comenzar a recordar alguna situación, paisaje o cualquier cosa que pueda evocar esta sensación de alegría, de amor incondicional, de ternura, de cuidado. Una imagen que puede servir, es la de mirar un bebé, trayendo al propio rostro el semblante que acompañaría a esta acción. También puede llegarse a esto, sin la necesidad de acudir a recuerdos, sino simplemente intentando generar una sensación como la anteriormente descrita de manera espontánea. Resulta útil esbozar una leve sonrisa en el rostro, involucrando los ojos, para poder lograrlo.
Cuando ya se ha alcanzado esta sensación, es posible hacer fluir la energía de la sonrisa hacia el entrecejo, dejándola actuar en ese lugar, permitiendo que nuestro rostro se relaje. Posteriormente, se puede llevar la sonrisa hacia diferentes áreas del rostro y del cuerpo. Se puede recorrer el cuerpo, sonriendo a cada órgano, a cada glándula y tejido, deteniéndose en aquellos lugares que sentimos que se encuentran más tensos o con molestias. Siempre ocupándonos de que la calidad de nuestra sonrisa sea buena, plena de amor, compasión y ternura. Resulta positivo ir agradeciendo a cada órgano o porción de nuestro cuerpo, por la función que cumple, permitiéndole relajarse y mostrar su verdadera naturaleza, es decir, sus cualidades cuando se encuentra en estado de equilibrio.
El orden del recorrido puede ser variable, de acuerdo a lo que uno vaya sintiendo. Se puede practicar el sonreír interior en un área específica del cuerpo si así se desea o se requiere, o puede hacerse un recorrido por todo el cuerpo. Una forma de hacerlo es, por ejemplo, pasando primero por la zona anterior, luego por la línea media y finalmente por la zona posterior del cuerpo.
Cuando se termina el recorrido, es importante sonreír a nuestro cuerpo en toda su longitud, con mucho amor y cuidado hacia uno mismo, dejando que la sonrisa fluya de arriba hacia abajo, como una cascada.

Antes de finalizar la práctica, es bueno almacenar la energía proveniente de la sonrisa en Dan Tien, un punto que se encuentra bajo el ombligo, porque esta zona puede manejar de manera sana la energía generada por este ejercicio, evitándose los posibles efectos negativos de la meditación por un exceso de energía en la cabeza o en el corazón. Es posible también mover la energía con la mente en un espiral las veces que se considere necesario. Así la energía del sonreír interior queda almacenada en el ombligo, disponible para cualquier parte del cuerpo cuando se necesite.

“¿Es mejor casarse o permanecer soltero?”





Entrevista a Joan Garriga.Psicoterapeuta Gestaltico

Tengo 55 años. Nací en Bellpuig (Lleida) y vivo en Barcelona. Soy psicólogo. Tengo dos hijos, Aram (33) y Tomàs (17) de dos matrimonios. . . que acabaron en divorcio. ¿Política? ¡Espiritualidad al poder! ¿Creencias? “Dios es más que yo mismo”, como decía san Agustín

El buen amor

“Yo soy yo y tú eres tú. No estoy en el mundo para colmar tus expectativas, ni tú estás en el mundo para colmar las mías. Yo estoy para ser yo mismo y vivir mi vida, tú estás para ser tú mismo y vivir tu vida. Si nos encontramos, ¡será hermoso! Si no nos encontramos, nada habrá que hacer”. Es el pensamiento de Fritz Perls -creador de la terapia Gestalt- al respecto de la relación amorosa de pareja, que Joan Garriga ha aplicado a miles de parejas desde que cofundó hace 26 años el Institut Gestalt (www.institutgestalt.com) de Barcelona, especializado en gestalt, PNL y Constelaciones Familiares. Garriga ha resumido su experiencia en El buen amor en la pareja (Destino).

Necesitamos pareja?

Anhelamos un vínculo que nos reporte pertenencia, intimidad, sexualidad y crecimiento.¿Y la pareja nos lo da?

Sí, pero hoy queremos que la pareja sirva al yo…, y eso lo complica todo.

¿Puedo ser feliz sin pareja?

Sí: conozco a un monje feliz, sin sexo, pero con pertenencia, intimidad y crecimiento.

¿Y usted?

Me casé, me divorcié. Volví a casarme, aposté fuerte…, y volví a divorciarme. Luego tuve una pareja muy amorosa con la que no convivía… ¡y fue mi mejor relación!

¿Y qué sucedió?


Que a los siete años, ella quiso un hijo conmigo…, y yo no: motivo de ruptura segura.

¿Y hoy, qué tal anda?

Tengo amor, aunque sin vivir en pareja.

¿Mejor solo que mal acompañado?
Sí…, ¡pero casi todo el mundo prefiere mal acompañado! Solemos preferir algún vínculo…, ¡aunque sea de mal amor!

¿Qué hacer para tener buen amor?

Hay cuatro etapas. Primera, enamoramiento: “Me mueves mucho…, pero te veo poco”. Segunda, relación: “Ya te veo mejor, ¡y aun así te elijo para caminar juntos!”.

Tercera.

Compromiso: “Estamos creando algo más importante que nuestras familias de origen y parejas anteriores”.

¿Y cuarta?

Entrega: “¡Te quiero a ti y a lo que a ti te dirige!”. Este es ya un amor muy desarrollado…

¿Por qué?

Es el deseo espontáneo de que el otro sea feliz. ¡Eres feliz en la plenitud del otro!

Palabras mayores, ¿no?

¡Sí! Entre tanto, importa que sepamos esto: nadie, ¡nadie!, puede hacerte feliz. Y que nadie, ¡nadie!, puede hacerte infeliz.

¿Entonces…?

Tu felicidad sólo depende de tu conexión íntima con tu ser interior.

¿Y de qué depende esa conexión?

De estar en paz con tus figuras paternas y familiares para no cargar con nudos… que luego pretenderás ventilar en la pareja.

¿Eso pasa?

Una pareja no son dos personas: son dos sistemas familiares que se encuentran.

¿Qué coste y beneficio tiene la pareja?

“¿Es mejor casarse o permanecer soltero?”, le preguntaron a Sócrates, que respondió: “Cásate. Si te va bien, serás un poco feliz. Y si te va mal…, ¡serás filósofo!”.

Deme algún ejemplo de mal amor.

“Sin ti no podría vivir”, le decimos a nuestra pareja, como si fuésemos niños. ¡Mal amor! Buen amor: “Sin ti también me iría bien”…

Ah.

… pero como adulto, elijo estar contigo. “Te quiero por ti mismo”, decimos, ¡y no es bueno!: el buen amor consiste en “te quiero… a pesar de ti mismo”, es decir, el buen amor acepta la sombras del otro, acoge y lima las asperezas de los egos que se encuentran.

Siga, siga…


“Quiero pareja”: ¡mal amor! Abandona la demanda… ¡actúa!: “Mejor me preparo para ser pareja”. Encuentra tu modo de ser buen compañero…, y lo demás ya vendrá solo.

¿Algo muy intenso y emocional?

¡No! Esas turbulencias empobrecen y desvitalizan, responden a heridas infantiles y viejos anhelos no colmados. ¡Lo enriquecedor es que la relación fluya con facilidad!

Toda pareja es una relación de poder.

¡No! Es cooperar, es que uno y uno sean más que dos. Mal amor: “Te lo doy todo”.

¿Por qué?

Dar mucho puede originar en el otro un sentimiento de deuda, y empequeñecerlo. Ya no hay igualdad. ¡Da lo que el otro pueda devolver sin que tenga que perder la dignidad!

¿Y si una parte pide: “Dame más”?

Puede que esté anclada en un guión de insatisfacción que se nutre de demanda: le des lo que le des, ¡será siempre insuficiente!

Otro ejemplo de mal amor.

Poner a tus padres o a tus hijos por delante de tu pareja. El buen amor es: “¡Primero nosotros!, antes que nuestras familias de origen y que nuestros hijos en común”.

Otro ejemplo de buen amor.

Reír y llorar juntos ante cualquier adversidad: muertes, abortos, ruinas…

Qué difícil que la pareja dure, ¿no?

Pues que dure lo que dure: entrar en el amor de pareja significa también hacerse candidato al dolor de su eventual final.

¿Cuánto dura de promedio una pareja?

Podemos esperar entre tres y cuatro parejas a lo largo de nuestra vida…, ¡con el consiguiente estrés emocional! Cada final nos enseña el dolor y el desapego…, para luego volver de nuevo al carril del amor y de la vida.

Regale un último consejo para fomentar el buen amor en una pareja.

No deis por hecho que conocéis a vuestra pareja. Miradla cada día de nuevo como si fuera nueva, y veréis lo que no veíais. Nos relacionamos con la imagen que nos hemos hecho del otro, pero… ¿es el otro así hoy?

Conclusión amorosa.

Lo dicho: solemos reclamar al otro: “Hazme feliz”, pero el buen amor consiste en sentir el deseo espontáneo de que el otro sea feliz.




Fuente:La contra . La vanguardia .