Lo que Nace debe Morir


  



Interlocutor: ¿La consciencia ue presencia es permanente o no? 

Maharaj: No es permanente. El conocedor surge y se sumerge con lo conocido. Eso en lo que tanto el conocedor como lo conocido surgen y se sumergen, es más allá del tiempo. Las palabras permanente o eterno no se aplican.

Int: En el sueño profundo no hay ni lo conocido, ni el conocedor. ¿Qué mantiene al cuerpo sensitivo y receptivo? 

Mah: Ciertamente usted no puede decir que el conocedor estaba ausente. La ex-periencia de las cosas y de los pensamientos no estaba, eso es todo. Pero la ausencia de experiencia también es experiencia. Es como entrar en una habitación oscura y decir: «No veo nada». Un hombre ciego de nacimiento no sabe lo que significa la oscuridad. Similarmente, sólo el conocedor sabe que no sabe. El sueño profundo es meramente un lapso en la memoria. La vida continua. 

Int: ¿Y qué es la muerte? 

Mah: Es el cambio en el proceso de vida de un cuerpo particular. La integración acaba y comienza la desintegración. 

Int: ¿Pero qué hay sobre el conocedor? ¿Con la desaparición del cuerpo, desapa-rece el conocedor? 

Mah: Justamente como el conocedor del cuerpo aparece en el nacimiento, así de-saparece en la muerte. 

Int: ¿Y no queda nada? 

Mah: Queda la vida. La consciencia necesita un vehículo y un instrumento para su manifestación. Cuando la vida produce otro cuerpo, otro conocedor viene al ser. 

Int: ¿Hay un lazo causal entre los sucesivos conocedores del cuerpo o perceptores del cuerpo? 

Mah: Sí, hay algo que puede ser llamado el cuerpo de la memoria, o cuerpo cau-sal, un registro de todo lo que se pensó, se deseó y se hizo. Es como una nube de imágenes que se mantienen juntas. 

Int: ¿Qué es esta sensación de una existencia separada? 

Mah: Es un reflejo en un cuerpo separado de la única realidad. En este reflejo lo ilimitado y lo limitado están confundidos y se toman como si fueran lo mismo. Deshacer esta confusión es el propósito del Yoga. 

Int: ¿No deshace la muerte esta confusión? 

Mah: En la muerte solo muere el cuerpo. La vida no muere, la consciencia no muere, la realidad no muere. Y la vida nunca está tan viva como después de la muerte. 

Int: ¿Pero acaso renace uno? 

Mah: Lo que nació debe morir. Solo lo innacido es sin muerte. Encuentre qué es lo que nunca duerme ni nunca se despierta, y cuyo pálido reflejo es nuestra sensación de «yo». 

Int: ¿Cómo voy a llevar a cabo este encuentro? 

Mah: ¿Cómo hace usted para encontrar algo? Mantiene sobre ello su mente y su corazón. Debe haber un interés y una recordación sostenidos. Recordar lo que nece-sita ser recordado es el secreto del éxito. Usted llega a ello por medio de la seriedad. 

Int: ¿Quiere usted decir que sólo con querer encontrar es suficiente? 

 Ciertamente, también se necesitan cualificaciones y oportunidades.
Mah: Ambas vendrán con la seriedad. Lo que es supremamente importante es estar libre de contradicciones: la meta y la vía no deben estar en niveles diferentes; la vida y la luz no deben pelearse; el comportamiento no debe traicionar a la creencia. Llámelo honestidad, integridad, entereza; usted no debe retroceder, deshacer, desrai-zar, abandonar el terreno conquistado. La tenacidad de propósito y la honestidad en la búsqueda le llevarán a usted a su meta.

Int: ¡Tenacidad y honestidad son dones, ciertamente! Yo no tengo ni rastro de ellos.

Mah: Todo vendrá a medida que usted avance. Dé usted primero el primer paso. Todas las bendiciones vienen de dentro. Vuelva adentro. «Yo soy», usted lo sabe. Sea con ello todo el tiempo que usted pueda permitirse, hasta que usted revierta a ello espontáneamente. No hay ninguna vía más simple ni más fácil


 Yo soy Eso, Nisargadatta Maharaj 
 
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Consuelo Martín: La contemplación de la belleza






P. ¿Qué es la belleza?


C. Platón y Plotino, nos hablaban del camino de contemplación de la belleza. Es un camino muy adienado a nuestra tradición y como, sin motivo, ha quedado olvidado, útil ponerlo de manifiesto en este momento.

Vemos algo bello, ¿qué es lo que valoramos?, ¿a qué damos realidad?, ¿qué nos entusiasma? La cosa bella, la forma bella. Si valoramos las formas vamos detrás de ellas, como decía Platón que lo había vivido. Vamos detrás de una forma porque creemos que tiene la belleza; cuando atrapamos esa forma vemos que no está allí. La forma es cambiante, se mueve, aparece, desaparece, incluyendo la persona que es bella, y luego no; que es bella cuando sonríe, pero no cuando está enfadada, así los demás objetos. ¿Tenemos propiedades, cosas bellas, o esas propiedades nos tienen a nosotros porque nos hemos quedado cogidos a las formas?. Si paráramos ese proceso de pensamiento, de estar dormidos nos daríamos cuenta de que lo que verdaderamente nos atrae es la belleza.

P. ¿Cómo contemplar la belleza? ¿Cómo hacerlo sin la forma bella?

C. Podríamos contemplar la belleza sin forma, la belleza en sí misma, sin necesidad de música ni sonidos, en sí. La armonía es bella, nos lleva a la belleza de la unidad. Podríamos contemplar esa armonía, esa belleza en sí misma, independiente de la forma. Podemos hacer el intento mirando algo bello.

El objeto evoca un estado de belleza. Cierro los ojos y cuando ya no veo ninguna forma sigo manteniéndome en ese estado de belleza. Es fácil hacerlo. Lo mismo ocurre con la verdad. Se dice equivocadamente que es sólo una abstracción cuando se piensa que la realidad es lo de fuera. De la misma manera se cree que la persona es el cuerpo y que al morir entrega el alma a Dios, como si la persona tuviera dentro un objeto que es el alma. No es así. Los cuerpos están en el espíritu y las formas están en la belleza. La belleza no es una cosa que se encuentra en las formas. Todo el proceso de abstracción es justo al revés. Creemos que la realidad es lo concreto y la abstracción es algo que se deduce de allí. No, la realidad es aquello en lo cual están todas las cosas concretas como reflejo. Ya Platón lo explico de esta manera pero nadie le hizo caso. La realidad es la belleza, no la cosa bella. Si pudiéramos ver esto entonces contemplaríamos la belleza y descubriríamos que somos esa belleza.

P. ¿Entonces es la belleza la que nos atrae y no la cosa bella?

C. Sí. Por eso nos atrae cuando la vemos reflejada, proyectada. Platón, al igual que otros contempladores decía que el percibir algo bello es como un recuerdo de aquella belleza. Cuando veo una cosa bella me recuerda la belleza que en sí soy, aquella belleza que contemplé en el plano divino. Este es el sentido del pensamiento del filósofo.

La cosa bella me recuerda aquella belleza contemplada. Todos los reflejos de las cosas tras las que corremos, como belleza, amor, etc., nos están recordando lo que somos en el plano de la verdad, porque somos la verdad. Podemos ir por vía contemplativa, desprendiéndonos de las formas y quedándonos en contemplación de lo que es. Y lo que es, la belleza en sí, es lo que somos. Es posible hacer la comprobación en cualquier momento, ahora mismo.

P. La emoción que provoca una forma ¿es errónea?

C. Una persona hace un gesto que te evoca algo. Las personas hacen miles de gestos, pero aquél te ha recordado la belleza originaria. Puedes cerrar los ojos y vivirla, porque es tu verdadera naturaleza, es la naturaleza del Ser. Cualquier forma está recordando siempre a la esencia. se ha dicho en el lenguaje religioso que todo lo manifestado, la creación, nos remite a Dios. Si sabemos mirarla, cualquier forma es un reflejo de la realidad. En el momento en que nos identificamos con una forma ya estamos perdidos porque nos estamos apegando a algo que no es real, algo que se está proyectando en el tiempo. Al hacerlo la frustración vendrá inevitable.

P. Si no estoy identificado con las formas irreales, y los demás si lo estuviese, me considerarían un extraño.

C. No tienes que coincidir con la opinión de los demás. Si estás en contemplación de aquella belleza que evocan, no te importará lo que en la superficie se acepte o se rechace. Desde aquella belleza, desde aquél estado de amor abrazas todas las formas. Si nuestros ojos están bien colocados pueden ver la unidad, la belleza, la armonía en todo.

P. Buscamos las situaciones y las cosas bellas, ¿cómo no vamos a buscarlas?

C. El que busca para conseguir es el pensamiento. Y lo hace porque cree que le falta algo: desde el silencio la belleza se revela sola.

P. He tenido una vivencia al ver los distintos tonos de las hojas de los árboles en otoño. Ha sido para mí una comunicación con la belleza. Estaba viendo la belleza pura. Estaba tan unida con ella que también estaba dentro de mí, ¿Es esto lo que somos? ¿Esa belleza dónde está?

C. La belleza que ves fuera la está proyectando la belleza que eres. El paisaje no es más que un juego de sombras para que proyectes la belleza que viene desde lo profundo de tu ser. La belleza es la belleza divina, no hay otra. Y la que has visto con los ojos, la armonía de los matices del otoño, es un reflejo de aquella. La belleza que está en lo profundo del ser, se manifiesta a través de nosotros si hay sensibilidad. Al ser reconocida vuelve a integrarse en el ser. Es un movimiento en la unidad.

P. Esta mañana estuve a la escucha de los árboles, del trino de los pájaros. Miré una florecilla y le pregunté dónde estaba su belleza. Traté de contemplarla, pero el ansia de penetrar en su belleza, disipó mi contemplación.

C. Estabas considerando la belleza como un objeto. El juego del sujeto que mira el objeto debe diluirse para que la contemplación surja. Cuando reconoces la belleza en una flor has de diluirte en la belleza misma. Desde el objeto donde la has reconocido por tu sensibilidad, has de girar hacia la belleza misma y quedarte en ese estado. Contemplando ese anhelo se diluye el que experimenta la belleza y lo bello experimentado. Sólo queda esa hermosura que es el reflejo de lo divino en lo manifestado. El reflejo que te lleva al origen.

Tu no eres alguien que añora la belleza de una flor. Eres belleza. Contempla esa belleza que eres. Contempla la perfección que añoras. No intentes atraparla. Sólo contemplarla.

¿Debajo de cuantas capas has ocultado tu corazón?…



Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas…
Daba gusto sentarse a la sombra de un árbol en el huerto a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros. Pero un buen día empezaron a crecer unas cebollas especiales…cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, naranja, morado… descubrieron que cada cebolla tenía en el mismo corazón (porque también las cebollas tienen su propio corazón) una piedra preciosa… esta tenía un topacio, la otra un aguamarina, aquella un lapislázuli, la de más allá una esmeralda. ¡Era una verdadera maravilla!
Pero se empezó a decir que aquello era peligroso, inadecuado y malo… ¡las cebollas deben ser blancas como siempre habría sido!…
total, que las cebollas de colores tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa… se pusieron capas y más capas, cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro. Y así se convirtieron en unas cebollas de lo más común.
Pasó entonces por allí un sabio, que gustaba sentarse a la sombra del huerto y sabía tanto que podía comunicarse con las cebollas… empezó a preguntarles una por una:
- ¿Por qué no te muestras como eres por dentro?
¿Tienes capas alrededor de tu corazón? ¿Quieres encontrar tu piedra preciosa y mostrarla?…te ayudamos a encontrar tu piedra preciosa para poder mostrarla ante ti y todos los demás sin miedo…
Y ellas le iban respondiendo:
- Nos obligaron a ser así.
- Nos fuimos poniendo capas porque los demás nos criticaron mucho por nuestros colores…
Algunas cebollas tenían hasta diez capas, y ya ni se acordaban de porqué se pusieron las primeras capas.
Al final el sabio comenzó a llorar… y cuando la gente lo vio llorando, pensó que llorar ante las cebollas era propio de personas muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla nos abre su corazón… y así será hasta el fin del mundo