El amor, el miedo o la ira crean reacciones físicas en partes diferentes del cuerpo


 
La mayoría de los participantes en el estudio coincidieron en señalar las mismas zonas del cuerpo para la misma emoción. / Cortesía de: courtesy of Lauri Nummenmaa, Enrico Glerean, Riitta Hari, and Jari Hietanen

 
 

Cada emoción tiene su propio mapa corporal de sensaciones, según un estudio. La localización física de las emociones es universal e independiente de la cultura


La muerte de un ser querido llega a provocar dolor físico como el amor acelera el ritmo cardíaco o el miedo y la ira rigidez muscular. Pero ¿estas sensaciones físicas disparadas por emociones son universales o responden más a estereotipos culturales como el corazón partío de Alejandro Sanz? Tras crear el posiblemente primer mapa corporal de las emociones, investigadores finlandeses apuestan más por lo primero. A cada emoción, responde una determinada zona del cuerpo y esto sucede con personas que hablan diferentes lenguas o pertenecen a distintos países.

Todas las emociones básicas, desde la ira hasta la tristeza, tienen un correlato somático. El nerviosismo ante una entrevista de trabajo puede provocar sudoración en las manos y la tristeza, pesadez en las piernas. Son mecanismos biológicos que preparan o responden a estímulos del entorno. Pero no estaba claro si ante metáforas como la de las mariposas en el estómago todos sintieran el revoloteo de estos lepidópteros en la misma zona del cuerpo y menos aún si lo hacían igual un finlandés, un sueco o un chino.

“Pues sí, parece que todas las emociones que hemos estudiado aparecen asociadas con diferentes mapas de sensaciones corporales”, dice el profesor de neurociencia cognitiva de la Universidad de Aalto en Finlandia,
Lauri Nummenmaa. Junto a varios colegas, Nummenmaa realizó una serie de cinco experimentos sucesivos en los que una muestra de 703 personas debían localizar en qué lugar de su cuerpo percibían el impacto de cada una de las emociones más básicas y otras más complejas. Entre las primeras contaron la ira, el miedo, el asco, la felicidad, la tristeza o la sorpresa. Entre las segundas, en parte constructo en parte naturales, aparecen la ansiedad, el amor, la depresión, el desprecio, el orgullo (en el sentido de sentirse orgulloso), la vergüenza y la envidia.

Situados ante una silueta humana en blanco, pidieron a los participantes que colorearan las zonas del cuerpo que se activaban más o menos mientras leían las palabras usadas para nombrar a cada una de las 13 emociones analizadas. Debían usar el rojo para las zonas de mayor sensación y el azul las de menor activación. Para el conjunto de emociones, comprobaron que la mayoría de los participantes (por encima del 73%) coincidían en las zonas coloreadas creando los mismos mapas de sensaciones corporales.

Según publican en
PNAS, vieron además que el conjunto de las emociones positivas, como la felicidad, el amor o el orgullo crean mapas sensoriales que se solapan, aunque algunos son más extensos que otros. En concreto, las dos emociones que más se sienten, casi recorriendo todo el cuerpo, son el amor y la felicidad (o alegría). “Nosotros, por supuesto, no sabemos la razón de fondo. Pero se puede especular con que las emociones positivas asociadas a, por ejemplo, estar con los seres queridos o en situaciones emocionantes, pueden provocar una respuesta global preparatoria en el sistema locomotor con el fin de asegurar los beneficios sociales de la situación”, sostiene el investigador finlandés.

Sin embargo, las reacciones sensoriales a las emociones negativas no se solapan pero sí se muestran emparejadas. Así, los mapas de ira y miedo son muy similares entre sí, como lo son también el de la ansiedad con el de la vergüenza o el de la tristeza con el de la depresión. Sí se coinciden prácticamente los creados por el asco, el desprecio y la envidia.

En general, las emociones básicas sean negativas o positivas activan sensaciones en el tronco superior. Allí es donde residen los órganos vitales y se inician procesos somáticos como el ritmo cardíaco o la respiración. En particular, la zona de la cabeza se ve golpeada por todas las emociones. Pero hay diferencias de intensidad según sea la emoción. Así, las extremidades superiores se hiperactivan con la ira o la felicidad y menos con la tristeza. Las emociones no básicas provocan una significativa menor respuesta corporal.

“Hemos llegado a la conclusión de que estos mapas reflejan los cambios corporales sistemáticos asociados con cada emoción, es decir, cada una desencadena un patrón funcional específico en el cuerpo que se corresponde con la forma en que trata de proteger nuestra mente y nuestro cuerpo”, asegura Nummenmaa.
El mismo mapa en diferentes culturas

Para descartar que la carga significante de las propias palabras desvirtuaran el resultado, repitieron el experimento con dos grupos lingüisticos muy diferentes, por un lado hablantes del finés (una lengua urálica) y, por el otro, de sueco (lengua germánica). No apreciaron diferencias significativas entre los mapas sensoriales creados en cada una de las lenguas.

Aún así, las palabras, independientemente del idioma que sea, pueden portar una carga emotiva por sí mismas. Por eso, completaron el estudio con cuatro experimentos más. Buscaban inducir en los participantes cada estado emocional mediante series de fotografías, la lectura de relatos cortos, el visionado de películas o expresiones faciales. Aunque en ninguno de los materiales aparecían las palabras ira, alegría, tristeza… su contenido sí buscaba transmitir cada una de esas emociones. De nuevo, y para cada uno de los materiales audiovisuales, los participantes crearon mapas corporales de sus sensaciones que prácticamente coincidían con los generados tras leer las palabras.

Por último, para comprobar si estas observaciones podrían tener validez universal. Repitieron las pruebas con un grupo de taiwaneses y en su idioma natal. Los resultados seguían coincidiendo. Para Nummenmaa, ”las sensaciones corporales parecen tener un origen biológico más que ser una construcción lingüistica o cultural, ya que son muy similares en las distintas culturas y lenguas estudiadas”.
'Bodily maps of emotions' DOI: 10.1073/pnas.1321664111
 
 

La parábola de los diez necios


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El Brahma Jnana (Realización, Conocimiento del Ser) no es un conocimiento que tenga que ser adquirido, de modo que al adquirirlo pueda uno obtener la felicidad. Es la propia perspectiva ignorante de uno lo que hay que abandonar. El Sí mismo que tratas de conocer eres verdaderamente tú mismo. Tu supuesta ignorancia te causa una innecesaria aflicción, como la de los diez necios que lamentaban la «pérdida» del décimo hombre, que jamás se había perdido.

Los diez necios de la parábola vadearon un río y, al alcanzar la otra orilla, quisieron asegurarse de que realmente todos ellos habían cruzado sanos y salvos la corriente. Uno de los diez empezó a contar, pero sólo contó a los otros y se excluyó a sí mismo de la cuenta. «No veo más que nueve» —dijo el más sentimental de los diez necios—, «lo hemos perdido». Y diciendo esto rompió a llorar, y los otros nueve lo imitaron.

Viéndolos llorar así a la orilla del río, un viajero compasivo les preguntó la causa. Ellos le contaron lo sucedido y dijeron que incluso después de haberse contado varias veces, no pudieron encontrar más que nueve. Al oír el relato, pero puesto que veía a los diez ante él, el viajero comprendió lo que había ocurrido. Y para que ellos mismos se dieran cuenta de que eran realmente diez y de que todos habían cruzado sanos y salvos el río, el viajero les dijo: «Que cada uno de vosotros cuente por sí mismo, pero uno tras otro, en serie, uno, dos, tres y así sucesivamente a medida que yo os voy dando una bofetada a cada uno, de manera que todos podáis estar seguros de haber sido incluidos en la cuenta, e incluidos sólo una vez. Entonces encontraremos al décimo hombre "perdido"». Al oír esto, todos se alegraron ante la perspectiva de encontrar a su camarada "perdido" y aceptaron el método sugerido por el viajero.

Mientras el buen viajero iba dando una bofetada a cada uno de los diez por turno, el que recibía la bofetada se contaba a sí mismo en voz alta. «Diez», dijo el último al recibir a su vez la última bofetada. Perplejos, se miraron unos a otros. «Somos diez», dijeron al unísono y agradecieron al viajero que los hubiera liberado de su aflicción.

Esa es la parábola. ¿De dónde fue sacado el décimo hombre? ¿Estuvo perdido alguna vez? Al saber que había estado allí todo el tiempo, ¿aprendieron ellos algo nuevo? La causa de su aflicción no era la pérdida real de ninguno de los diez, sino su propia ignorancia, o más bien la mera suposición de que uno de ellos se había perdido —aunque no pudieran encontrar de quién se trataba— porque sólo contaban nueve.

Eso es lo mismo que te ocurre a ti (le habla a la persona que le había preguntado previamente, la destinataria directa de estos comentarios). En realidad no hay ninguna causa para que seas desdichado e infeliz. Tú mismo impones limitaciones a tu verdadera naturaleza de Ser infinito, y después lloras porque te parece que no eres más que una criatura finita. Entonces emprendes una sadhana (práctica espiritual) u otra para trascender esas limitaciones inexistentes. Pero si tu propia sadhana da por supuesta la existencia de las limitaciones, ¿cómo puede ayudarte a trascenderlas?

Por consiguiente, te digo que sepas que eres realmente el Ser puro e infinito, el Sí mismo absoluto. Tú eres siempre ese Sí mismo y nada más que ese Sí mismo. Así pues, no puedes ser nunca realmente ignorante del Sí mismo; tu ignorancia es sólo una ignorancia en apariencia, como la de los diez necios respecto del décimo hombre "perdido". Esa es la ignorancia que les causaba aflicción.

Sabe, pues, que el verdadero Conocimiento no crea para ti un Ser nuevo, sino que sólo elimina tu "ignorancia ignorante". La Felicidad no resulta agregada a tu naturaleza, sino que simplemente se revela como tu estado natural y verdadero, eterno e imperecedero. La única manera de liberarte de tu aflicción es conocer y ser el Sï mismo. ¿Cómo puede ser eso inalcanzable?

Ramana Maharshi

El texto citado aparece en el libro "El Evangelio de Sri Ramana Maharshi", en el libro II, capítulo I.

EL VERDADERO AMOR




"Cuando hay un dialogo verdadero, ambos lados están dispuestos a cambiar"
" El regalo más valioso que podemos ofrecer a otros es nuestra presencia". 



Uno de los maestros zen más conocidos y respetados del mundo, poeta, activista por la paz y los derechos humanos, Thich Nhat Hahn (sus estudiantes lo llaman Thay, que significa “maestro”) ha tenido una vida extraordinaria.

Nació en el Vietnam central, el 11 de Octubre de 1926, y se convirtió en monje a la edad de 16 años. La guerra de Vietnam enfrentó a los monasterios a la difícil cuestión de decidir si llevar una vida contemplativa y dedicarse solo a la meditación en los monasterios o ayudar a sus conciudadanos que sufrían bajo los ataques de las bombas y la devastación de la guerra. Nhat Hanh fue uno de los que decidió hacer ambas cosas, ayudando a fundar el movimiento del “Budismo comprometido”. Ha dedicado su vida, desde entonces, al trabajo de la transformación personal para el beneficio de los individuos y la sociedad.

Al principio de los años 60, en Saigón, Thich Nhat Hahn fundó la Escuela para el Servicio de Ayuda Social, una organización de ayuda para la reconstrucción de los pueblos y aldeas bombardeadas, la construcción de escuelas y centros médicos, el realojamiento de familias, y la organización de cooperativas agrícolas. Con la ayuda de más de 10.000 estudiantes voluntarios, la ESAS basó su trabajo en los principios budistas de no violencia y acción compasiva. A pesar de la oposición del gobierno vietnamita, Nhat Hahn también fundó una Universidad Budista, una editorial y una influyente revista de activismo por la paz, en Vietnam.

Tras visitar los Estados Unidos en 1966 en misión de paz, se le prohibió su vuelta a Vietnam en 1966. En sus viajes siguientes a los Estados Unidos, tuvo entrevistas con oficiales federales y del Pentágono, como Robert McNamara, a los que presentó argumentos para detener la guerra y pedir la paz. Puede que Nhat Hahn haya ayudado a cambiar el curso de la historia de los Estados Unidos, cuando pidió a Martin Luther King que se opusiera a la guerra de Vietnam públicamente, ayudando, de esta manera, al movimiento por la paz. Al año siguiente, King nominó a Thich Nhat Hahn para el Premio Nóbel de la Paz. Más tarde, Nhat Hanh encabezó la delegación Budista en la Cumbre por la Paz en Paris.

En 1982 fundó Plum Village, un monasterio y centro de retiros , en Francia, donde continuó su trabajo de ayuda a los refugiados, los llamados “boat people”, “gente de los barcos”, prisioneros políticos, y familias pobres de Vietnam y de todo el mundo. En la actualidad Plumvillage alberga a más de 200 miembros monásticos y acoge cada año retiros y seminarios de diferentes temáticas. Siempre en el espíritu de transormación y acción social.

Más tarde la comunidad monástica fundó otros monasterios en los estados de CaliforniaNueva York, Wisconsin, y más recientemente en Vietnam, Tailandia y Camboya. También existe un Instituto para el Budismo Aplicado en Alemania, y centros en diferentes ciudades europeas cómo la Maison de L'Inspir en Paris.

Nhat Hanh también ha recibido un merecido reconocimiento por su trabajo por los Veteranos de Vietnam, por sus retiros de meditación y su prolífica obra literaria sobre meditación, plena consciencia y paz.  Su producción literaria es realmente extensa y ha publicado numerosos libros, puedes ver aquí una selección muy amplia de sus libros traducidos al castellano.

En Septiembre del 2001, justo pocos días tras los ataques al World Trade Center, dió un memorable discurso sobre la no violencia y el perdón, en la Iglesia Riverside de Nueva York. En Septiembre del 2003 pronunció un discurso a miembros del congreso de los Estados Unidos, en un retiro de dos días.

Thich Nhat Han continua en activo a sus 86 años realizando giras anuales por el mundo y ofreciendo enseñanzas durante los retiros organizados en Plumvillage, su lugar de residencia habitual.