Viendo
que muchas personas se acercan a nosotros con problemas de cervicales y
de cuello en general, hemos creído importante tratar aquí este tema de
forma sencilla y gráfica. Teniendo en cuenta siempre que las relaciones
entre enfermedades y comportamientos no son algo que se pueda utilizar
como norma, sino más bien como indicador para seguir investigando, vamos
a adentrarnos un poco en las relaciones que pueden traer aparejadas las
dolencias cervicales, con ciertas emociones, pensamientos y actitudes.
El
cuello es el “pilar” que sustenta la cabeza y que la une con el resto
del cuerpo. Como ya venimos haciendo, buscamos, en principio, la función
biológica del órgano que queremos investigar. En un interesante
artículo del kinesiólogo Ariel Joselowsky, que podemos encontrar
completo en esta dirección: http://www.arieljoselovsky.es/index.php/dolores-corporales/35-capitulo-6-vertigo-y-mareo.html encontramos lo siguiente:
“cuando
una persona se halla emocionalmente ansiosa tiende a contraer los
músculos que unen la cabeza con los hombros y tensiona toda la
musculatura que va desde la nuca hasta la parte más elevada de los
hombros. Esta es una clara actitud de agresividad (igual que la de
algunos animales que erizan el pelo de su lomo para intimidar en forma
agresiva a su posible rival), por supuesto contenida en el hombre
moderno. Este gesto que hacemos los seres humanos de acercar los hombros
a la cabeza y pensionar la nuca, es un resabio del gesto que usaba el
hombre primitivo durante sus actos de caza. La tensión de los hombros y
nuca servía en aquel entonces para dar punto de apoyo a su pedrosa
mandíbula que estaba mucho más desarrollada que la que poseemos hoy que
se constituía en su principal arma.”
Esta
zona, pues, suele recibir gran tensión en los momentos en los que
contenemos nuestra agresividad. En el Diccionario de Biodescodificación
“El Código secreto del sintoma”, de Enric Corbera y Rafael Marañón,
encontramos que las vértebras cervicales están relacionadas con la
comunicación verbal. De esta forma podemos sentir dolencias en esta zona
cuando sentimos impotencia ante un sentimiento, o ante una situación, o
bien por “tener que bajar la cabeza” frente a algo, o alguien. En
cuanto a esta última causa, añadimos también otra apreciación de
Joselowsky que nos clarifica aún más el asunto:
“Desde
el punto de vista de la transmisión cultural, la idea de bajar la
cabeza significa humillación o humildad, mientras que la idea de
levantarla comunica dignidad. Todas las religiones proponen bajar la
cabeza ante Dios como muestra de humildad y así reconocerlo como un ser
superior. Desde que el poder existe entre los hombres, bajar la cabeza
ante el que lo sustenta, ha sido un signo de dominio y humillación; por
el contrario, mantener la cabeza firme y erguida como los soldados en su
formación, es un signo de dignidad. “Esconder la cabeza” o “llevar la
frente bien alta” son dos conceptos que han tenido un claro sentido y
vigencia desde siempre.
Sin
querer, la cultura popular ha dado un trabajo extra a los músculos
cervicales y fundamentalmente a los de la nuca. En nuestros días, donde
priva el individualismo, un cuello rígido a pesar de ser causante de
dolor, es un símbolo de éxito, y una cabeza caída es una expresión de
fracaso. Claro que esto no es casualidad; los primeros músculos que
aprendemos a mover en forma voluntaria son precisamente los músculos del
cuello, y esto ocurre generalmente en los tres primeros meses de vida.
Pero ya de adultos siguen siendo los músculos del cuello los
responsables de mostrar nuestra voluntad ante la sociedad.”
Por
último, también nos ha parecido interesante añadir la visión que
Brigitte Champetier de Ribes expone en su libro “Constelar la enfermedad
desde las comprensiones de Hellinger y Hamer”. Según su visión, los
conflictos en las cervicales suelen ser conflictos de fidelidad al clan
familiar. En este caso, se trata de algo más concreto, aunque en
definitiva el tema de la agresividad contenida y de la dificultad de
comunicación, está también implícito en los problemas de ámbito
familiar.
De
todos modos, la cuestión es investigar qué situaciones tenemos en
nuestro entorno que nos provocan conflicto (trabajo, familia,
pareja...etc). Todos estos factores pueden ser determinantes a la hora
de encontrar un motivo profundo y raíz en nuestras dolencias en el
cuello. Esto no quiere decir que uno no tenga que visitar al
fisioterapeuta o al especialista que elija, ni mucho menos; de hecho, lo
que sucede cuando uno resuelve el asunto emocional que le oprime, es
que la visita al terapeuta correspondiente se verá grandemente mejorada y
será mucho más productiva, puesto que los músculos, o las vértebras se
encontrarán en mejor disposición para que vuelvan a su ser natural.
Como
siempre, os invitamos a escuchar a vuestro cuerpo con la disposición de
entender que la naturaleza es pura inteligencia, y que cuando una
dolencia se presenta, no es otra cosa que el cuerpo hablando.
Fuente :www.unkido.com