Creemos que somos intelectuales



Casi todos hemos desarrollado capacidades intelectuales ‑las llamadas capacidades intelectuales, que en realidad no son en absoluto capacidades intelectuales-, leemos muchísimos libros, nos hemos llenado con lo que han dicho otras personas con sus numerosas teorías e ideas. Creemos que somos muy intelectuales si podemos citar innumerables obras de innumerables autores, si hemos leído muchas variedades diferentes de libros y tenemos la capacidad de correlacionarlos y explicarlos. Pero ninguno de nosotros, o muy pocos, tenemos una concepción intelectual que sea original. Habiendo cultivado el así llamado intelecto, toda otra capacidad, todo otro sentimiento se han perdido, y tenemos el problema de cómo originar un equilibrio en nuestras vidas, a fin de tener no sólo la más alta capacidad intelectual y ser capaces de razonar objetivamente, de ver las cosas exactamente como son, de no estar ofreciendo interminablemente opiniones acerca de teorías y códigos, sino de pensar por nosotros mismos, de ver muy fielmente, por nosotros mismos, lo falso y lo verdadero. Y ésta es, a mí entender, una de nuestras dificultades: la incapacidad de ver, no sólo las cosas externas, sino también la clase de vida interna que uno tiene, si es que tiene siquiera alguna

 Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XV

El Valor de las Cosas

 
 
“Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?”

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

-E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

-Bien- asintió el maestro.

Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió.

Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.

-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…

El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

SANANDO LAS HERIDAS







Os presento una técnica muy sencilla creada por Peter Levine (Somatic Experience),  llamada despertar al tigre , está basada en que tenemos la capacidad innata de que superar experiencias negativas y sanarnos noosotros mismos .
Esto podemos hacerlo através de traer presencia a nuestro cuerpo físico.
NUestro cuerpo físico tiene memoria lo recuerda todo ttanto los bloqueos como los recursos utilizados para afrontar el trauma  , el sabe sanarse si se lo permitimos.


Esta sencilla técnica trae presencia al cuerpo,Nos conecta con nuestra capacidad innata de regularnos. Nos enseña a liberar la energía bloqueada que impide realizar una vida normal, fluida, sana. (Esta energía bloqueada acaba en parkinson, estrés, depresión, artritis, dolor, patrones de tensión, colapso (desplome), intrusión, ansiedad y disfunción cognitiva). Al liberar la energía estancada-bloqueada se genera ligereza, fluidez, espacio, se va el dolor, se diluyen presiones, etc. El canal queda limpio. Lo que bloqueaba ahora se transforma en apoyo.
 

Podemos realizarla caminando o tumbados en un lugar cómodo. Tomamos una respiración profunda y llevamos nuestra observación a la planta de los pies, centrando toda nuestra atención y entrega al ejercicio, , observamos si están calientes, fríos, tensos, relajados, y permanecemos ahí, observando sin querer cambiar nada, pasando por cada espacio de nuestros pies, por la planta, por cada dedo de mayor a menor, primero por la base de cada uno de nuestros dedos, luego recorremos los pies detalle a detalle, permanecemos ahí en nuestros pies, ¡experimentémoslo!, al menos durante 15 minutos, y si dedicamos 1 hora muchísimo mejor. Tomando presencia de nuestros pies.

Despertando al tigre:
Nacemos con un instinto animal, al cual vamos domesticando poco a poco, nuestra fiera interna acaba dormitando y con ello llegan los bloqueos físicos (aun cuando como humanos poseemos mecanismos regulatorios virtualmente idénticos a los animales, las funciones de estos mecanismos quedan canceladas por la inhibición neo-cortical-la mente racional).

Poco a poco según vamos siendo domesticados, vamos bloqueando nuestra capacidad instintiva de defensa. A diario observamos situaciones de personas que se disparan por pequeñas cosas, esa explosión es una acumulación continuada que cuando no se transforma en enfermedad o bloqueo físico, sale disparada hacia otros.

Cada vez que emprendemos una acción y ésta es “cortada“, queda toda esa energía que habíamos puesto para esa acción acumulada en el cuerpo físico.

Los animales en la naturaleza raramente son traumatizados, aun cuando rutinariamente son amenazados. Los animales libres, si observamos un documental, veremos que el animal que es atacado, genera una cantidad de energía para su huída, huye y una vez finalizada la carrera y quedarse libre, TIEMBLA, para luego continuar con su hacer, (pastar hierba, etc.). Esa es la manera natural de soltar toda la energía restante que no precisó, que le sobró de la huída. Lo mismo le ocurre al humano, para cada acción que emprende, consume una parte de la energía que dispone para ese hecho, y la restante, como estamos muy educados (domesticados, la mente racional), se queda en el cuerpo sin permitirle salir. ¿Quedaría feo si temblamos?, esa energía que no sale, provoca un bloqueo en el cuerpo físico.

Estas situaciones se producen constantemente a lo largo del día, son más sutiles y suaves, sin embargo estamos continuamente tomando arrancada y frenándonos... como si lleváramos un pié en el acelerador y otro en el freno.

Aprender a observarnos, utilizar los recursos que tenemos, nos enseña a liberar esa energía estancada, a sanarnos a nosotros mismos. Somos seres maravillosos, con un cuerpo perfecto que elige vivir desbloqueado, sano, libre, utilizando los recursos y vivencias positivas que a lo largo de la vida se han presentado.

El trauma retarda el florecimiento del ser, estrangulando nuestros intentos para seguir adelante con nuestras vidas. Nos desconecta de nosotros mismos, de otros, de la naturaleza, del espíritu.

El trauma está en el sistema nervioso, no en el evento. Las situaciones difíciles y traumáticas son parte de la vida. No son algo que se pueda "arreglar" o de lo que se pueda recuperarse. Simplemente se trata de restablecer un orden de confianza y de anhelo de vida. Estas experiencias dejan huella como los mapas que encontramos en las conchas de las ostras, que cuentan su historia y su relación con el mar. Lo que constituye el trauma es el residuo de energía que queda atrapada a partir de la respuesta fisiológica ante el evento, más que el hecho traumático en sí mismo.