Duda y deseo





…El deseo es posterior a la duda, y no al contrario como usualmente se contempla en Occidente, particularmente entre las doctrinas moralistas. Entre la duda y el deseo… ¿Qué es lo que se debe atacar?… si es que hay que atacar algo. Pues lo que hay que atacar es la duda. ¿Con qué? Con la atención. Nada más. Con la atención se ataca la duda, pero es que con la atención se ataca cualquier cosa, porque es que la atención llena cualquier espacio que haya entre fluctuación y fluctuación. La atención es previa, durante y posterior a la fluctuación mental. Es que la única opción coherente que se tiene es estar atentos. No hay ninguna otra opción. Y mientras no haya discernimiento para abordar ciertas circunstancias, por lo menos la vida merita, gracias a que se está viviendo, de la opción de aprender de aquello que tenemos a la mano.

Sesha.


¡No te defraudes a ti mismo!


Algunos de ustedes me han pedido que escriba un poco sobre el dinero.

He aquí un simple recordatorio: No te defraudes a ti mismo, amigo. En lugar de centrar tu valiosa energía en el pensamiento ‘No me puedo dar el lujo’, o ‘No tengo el suficiente dinero’, recuerda que tu verdadero camino es interno, sé consciente de que tu situación presente en la vida contiene una gran inteligencia, y utilízala (¡en lugar de permitirte ser utilizado por ella!) para comenzar a hacerte preguntas mucho más profundas acerca de la intención:

- ¿Qué tan comprometido me siento con este camino, independientemente de si puedo ‘darme el lujo’ de algo o no?
- ¿Qué tanto quiero realmente aquello que creo querer?
- ¿Qué tanto significa para mí el ‘obtener’ eso que quiero?
- ¿Qué tan profundamente confío en la abundancia de la vida, en las posibilidades que se abren para mí conforme avanzo en mi camino?
- ¿Puedo dejar de comparar mi estado de cuenta bancario, mi abundancia, mi suerte, mi éxito con el de los demás? ¿Soy capaz de dejar de hacer cualquier tipo de comparación?
- ¿Puedo dejar de enfocarme en todo aquello que no tengo, en cuánto debería tener, en cuánto solía tener en el pasado, en cuánto tienen los demás, y enfocarme en lo que tengo, incluso si la mente juzga que es ‘demasiado poco’ en este momento?
- ¿Puedo estar en paz en este momento, independientemente de si logro o no lo que creo querer? ¿Puedo incluso enamorarme del sabor de ‘aún no lo he logrado? ¿Puedo aprender a amar mi recorrido? ¿Podría descansar sin importar el ‘resultado’?
- Desde un sitio de paz y confianza, y de conexión con lo que estoy viviendo en este momento, y apreciando todo lo que tengo, ¿podría encontrar formas más creativas de moverme hacia el futuro?
- ¿Podría dejar de centrarme en cuánto obtengo o dejo de obtener de la vida, y centrarme mucho más en la simple alegría de dar?

Hay tanta creatividad aquí, amigo, tantas posibilidades con las que podemos jugar, que en el momento en que retiramos nuestra atención de la escasez (porque la escasez sólo genera escasez), y recordamos la completud que somos en este momento, la gratitud que sentimos por la existencia misma, y lo abiertos que estamos para recibir los regalos inesperados que tiene la vida para nosotros, el cambio se hace posible, ya sea que se haga evidente o no.

¡No te defraudes a ti mismo poniendo de pretexto el cambio! ¡No utilices la presencia o la ausencia del dinero como una excusa para olvidar tu verdadero llamado! El cambio que llevas en tu bolsillo siempre estará cambiando (con mucha rapidez la riqueza se puede convertir en pobreza, y viceversa), sin embargo, utiliza tu cambio en constante cambio para recordar Eso que nunca cambia: la Presencia.

La verdadera pobreza es no saber lo que eres, es sentirte pobre aunque tengas cambio en tus bolsillos, es utilizar el dinero como una excusa para desconectarte del amor y de la vida.

La verdadera riqueza es apreciar con profundidad cada momento, sentirte rico en espíritu, en la risa y en tu conexión con todo, recorriendo sin miedo tu propio camino, abriéndote a la vida, sin importar cuánto cambio tengas de sobra.

Jeff Foster

Cambiar yo para que cambie el mundo


El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo: De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: “Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo”.

A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: “Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho”.

Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo”.

Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.

Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad. Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.


Este cuento está incluido en el libro “El canto del pájaro” de Anthony de Mello.