Por Adriana Filgueiras
La intención de este artículo es ir reuniendo diferentes rituales y
ceremonias que se celebran o celebraban en distintas culturas, para que
abramos nuestra percepción y nuestra manera de vivir el período
menstrual como un momento “sagrado” o al menos como un momento especial
dentro de nuestra percepción del tiempo. La idea no es repetir de modo
infantil lo que otros han hecho o hacen, sino más bien leer material
histórico, antropológico, para ir teniendo durante nuestros ciclos una
conciencia propia, lograr una nueva conexión con nuestro cuerpo y
nuestra intuición durante las sucesivas menstruaciones.
De modo que invito a quienes conozcan rituales de alguna tradición, por favor lo incluyan al pie del artículo como “comentario”.
Actualmente tenemos vinculada la sangre menstrual a algo digno de
ocultar, al uso de tampones de discreta y rápida eliminación, y que nos
otorgan una elegante distancia y negación del hecho de menstruar, del
hecho de sangrar.
Nuestra sangre es motivo de vergüenza y ocultamiento. Estamos siendo
fuertemente presionadas a vivir “como hombres”, es decir de una manera
lineal, esforzándonos por sentirnos todo el mes igual, sin cambios, sin
sorpresas, sin ciclos, como si no tuviéramos a nuestro favor por lo
menos cuatro cambios hormonales que nos afectan enteramente, tanto en
nuestro rendimiento intelectual como en nuestro registro afectivo y
espiritual. Todo el diseño de la propaganda de insumos vinculados a la
menstruación nos incitan a sentirnos “igual que siempre” y a estar
“siempre libres”, haciendo una alusión indirecta a no sé qué “falta de
libertad” implícita en el hecho de menstruar. El colmo lo representó una
propaganda difundida en estos países del sur, en la que para mostrar la
absorción de las toallas femeninas se usaba un líquido azul. Y esto
implica una fuerte negación, de tremendas consecuencias, de lo más rico y
fuerte de nuestra naturaleza femenina: los ciclos.
Pero no siempre fue así, en tiempos antiguos (y aún hoy en la tradición
tántrica y en algunas tribus que viven con cierto grado de aislamiento)
la sangre menstrual es considerada un sacramento.
De hecho la palabra ritual proviene de RTU, que en sánscrito significa
menstruación. De allí podemos inferir que tal vez la primera sangre
utilizada en antiguos rituales fuera la menstrual, ya que es la única
sangre que podemos obtener de un modo ético y sin provocar daño físico.
Y también podemos deducir que el hecho de menstruar es el rito más cotidiano que las mujeres “celebramos”.
Según dice Lara Owen en su libro (recomendado en esta sección) se creía
que la sangre del útero que nutría al bebé que estaba por nacer poseía
“maná”, poder mágico. Y las mujeres eran consideradas un nexo de
conexión con el misterio sagrado de la vida y la muerte.
En la tradición norteamericana (sioux, lakotas, sénecas) se llamaba
“período de la luna” a la menstruación ya dando cuenta de la relación
entre los ciclos de la luna y los ciclos hormonales femeninos. Así como
la luna afecta las mareas y el comportamiento de los líquidos, afecta
los fluidos del cuerpo. Una mujer cuando menstruaba se la consideraba en
su momento más poderoso física y espiritualmente. “El reposo durante la
menstruación era considerado imprescindible para que la persona pueda
estar concentrada en los planos espirituales adquiriendo sabiduría”. Ese
reposo tiene lugar en una tipi especial llamada “la tienda de la Luna”.
Allí todas las mujeres que están menstruando hacen su retiro y se
dedican a hacer artesanías, cantar, rezar, meditar o simplemente
descansar en busca de su visión. Para ellos durante la menstruación
ocurre el despertar de la mujer. Lara Owen dice al respecto que según
esta tradición “la mujer menstruando está en el auge de sus poderes y no
debe desperdiciarlos en tareas mundanas, al contrario, todas sus
energías deben ser dirigidas para la meditación concentrada”. Para
profundizar en este tema hay un capítulo interesante en el libro “As
cartas do caminho sagrado” de Jaime Sams (no sé si existe edición en
castellano), que se llama justamente “La tienda de la Luna”, al que
pueden consultar.

Para los lamas tibetanos la primera menstruación de una joven era la medicina más potente de la comunidad.
Se dice que el lunar rojo que las hindúes se pintan a la altura del
entrecejo (en el “tercer ojo”) simboliza la visión que las mujeres
adquirimos durante el sangrado menstrual.
De hecho en las tribus norteamericanas cuando la comunidad estaba por
tomar una decisión importante a veces se esperaba que las mujeres
salieran de su retiro de la Tienda de la Luna para conocer sus visiones
del futuro.
Actualmente los shuar (de la selva ecuatoriana) también mantienen un
ritual que llaman “pago a la tierra”. Este es un ritual que se realiza
una sola vez en la vida, idealmente cerca de la primera menstruación,
aunque puede hacerse a cualquier altura de la vida, e incluso luego de
la menopausia también las mujeres lo pueden realizar acompañando a
alguna mujer que aún esté en su ciclo, claro que sin entregar sangre a
la tierra. Es un ritual complejo, con mucha preparación y que continúa
con la construcción de un altar para recordar lo sagrado de ese momento.
Cuando comienza la menstruación, se dejan gotas de sangre sobre todo el
conjunto de ofrendas que muy cuidadosa y detalladamente hay que recoger
con determinada intención y “pedidos”.
Al rezar durante la ceremonia se pide con la reconexión con la madre
tierra y que el ciclo menstrual esté alineado con los ciclos mayores de
la vida, de ese modo “despertamos una memoria en el cuerpo que recuerda
que está unido al resto de la naturaleza de una manera armónica”, según
palabras de un curandero shuar. (Prefiero no dar los detalles porque
éste ritual me lo enseñó un chamán shuar y no tengo autorización suya
para divulgarlo).
Fuente: Blog de la autora
http://rojomenstrual.blogspot.com.es/2013/01/ritos-menstruales-en-la-tradicion.html
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